Cuando los Miércoles van terminando, se vuelven viscerales, y nuestro Viejo de Asfalto nos entrega un nuevo texto, cabe aclarar, y lo hacemos desde este lugar, debido a su carácter críptico, ya casi molesto, que esta entrega esta relacionada con la séptima, de hace dos semanas.
Texto Octavo
"Y así tan pronto como el proceso omnisciente dio por finalizado al hipnotismo que me generaba verla en plena danza, cerré los ojos y me desplome en el suelo. Vuelta a esa escena de ciudad.
Quedaban resabios de la experiencia: un plano abierto, la vista diagonal desde algún departamento porteño y el despertar casi sobrio y somnoliento; caí, y con el cuerpo cayo la mirada.
No solo era el dolor en los huesos, y el sabor a sangre lo que pesaba sobre el lomo. Era la caída, el precipicio, el súbito desapego, la pronta separación de los miembros. En clara desventaja fui abatido a golpes. Aturdidas las neuronas intentaban entender, sentía la piel alborotada, pero me veía impávido. El polvo que me rodeaba y cubría la ropa no me afectaba tanto
como la humedad y el putrefacto hedor de la superficie donde yacía adolorido. Podría haber un charco de sangre, podrían mis heridas servir de nutrientes para la hierba petrificada, pero no; solo era el sabor salado, la textura suave y la consistencia liquida en la lengua lo que indicaban que el flagelo no era de extraños a propios, sino más bien de viejos conocidos.
como la humedad y el putrefacto hedor de la superficie donde yacía adolorido. Podría haber un charco de sangre, podrían mis heridas servir de nutrientes para la hierba petrificada, pero no; solo era el sabor salado, la textura suave y la consistencia liquida en la lengua lo que indicaban que el flagelo no era de extraños a propios, sino más bien de viejos conocidos.
Esto tenía pinta de haber sido un atraco cobarde, tan certero como punzante, en esta conjetura parecía haberme resistido, y así me había ido, nunca tuve habilidad para el combate cuerpo a cuerpo, todavía me duele la espalda de la última vez.
Si no hubiera todavía en la memoria, imágenes de la danza catártica en esa escena de departamento, algo de lo que he dicho tendría valor; claramente no fui víctima de un asalto, no me faltaba nada, es más, no había que hurtar, “el toro va solo con el bolo” pensé, y reí. Era una buena señal.
Me erguí con gesto triunfante, como aquel que sabe que ha sido humillado e intenta disimular su vergüenza. Camine unos pasos, saque el encendedor del bolsillo de la camisa, prendí un cigarrillo y con la poca libertad que le quedaba a mi cerebro cambie el enfoque del análisis, debía realmente intentar descifrar lo acontecido, o sin más disfrutar de sus bondades, que a esta altura del camino ya me parecían más bien un castigo – ¡que dolor! – intente gritar largando un susurro, intente retener las imágenes, intente apreciar el panorama, era demasiado por una noche, el sol ya se asomaba entibiándome el rostro. Seguí caminando, metí las manos en los bolsillos, uno estaba lleno de dudas y el otro de suposiciones, pasos más adelante la vi, cruzando la calle. Ahí estaba, la bailarina catártica; sentí la revolución en la sangre; no podía aguantar otra golpiza, cerré fuerte los ojos y contra mi curiosidad, al abrirlos nuevamente deje que se fuera. Ya habrá tiempo para seguir jugando al desdoblamiento corporal."
El de pantalones rayados y asi tambien esta su razon.
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