En este tercer encuentro, buscando un nuevo texto que
publicar, acudimos a un descubrimiento, no muy asombroso, pero que nos dio al
menos curiosidad, un viejo, nuestro Viejo de Asfalto, un sufrido de la lírica y
de la melodía de la palabra ama el fútbol, su folclore y su práctica; sufre y
se apasiona con el rodar del balón.
Simplemente lo dejamos hablar y transcribimos textualmente
su monólogo.
Texto Tercero:
Texto Tercero:
" De chico con una ignorancia tan apacible como confortable, recibí,
fiel a la costumbre de todo padre futbolero, los colores hereditarios. Son
pocos los que osan esquivar, a veces con gambeta sutil, tan preciado legado. No
hay traición superior, no hay deshonra mas fuerte; eso, y cambiarse el apellido
por el del vecino es casi lo mismo. Pero yo los recibí encantado, los incorpore
a mi sangre, hice propio un amor ajeno. No obstante con la impunidad que
caracteriza a toda madre, se me es acercado un estandarte, de esos que usan
sobre el pecho una banda roja que lo cruza: “Mirá, como mamá”, de ahí y con esa
frase, por lo menos traicionera, comenzó mi cruzada por no decepcionar ninguno de mis progenitores, y por
fundamentar algo infundamentable, ser hincha de dos equipos grandes. Ser hincha
sufrido con La Academia y, durante mi infancia (segunda etapa del príncipe uruguayo)
exitoso con las Gallinas.
¿Cuando juegan juntos por quién hinchas? ¿Y si los dos
pelean el campeonato? ¿Gritás medio gol?
Y toda una serie de preguntas que, no podían nunca dibujar con sus
respuestas, el paño que definía el sentir: yo era ambos. SI hasta llegue a
gritar el 1-0 y el 1-1 en aquel cruce de fines del 2001, pero esta vez alegre por el resultado que beneficiaba
solo a uno. Con forme pasaban los años iba mermando, cual “sube y baja”, mi atención
entre uno y otro. Sufría, me alegraba de vez en cuando, pero principalmente sufría;
eliminaciones de copas con uno, promociones con el otro, campeonatos perdidos
con uno, mitad de tabla y jugar por nada con el otro.
Finalmente me decidí, entendí que en este arte solo se puede
ir con uno, que en la sangre pueden correr dos colores y no cuatro.
Justo cuando a uno lo ungía victorioso un hincha del otro,
yo me inclinaba por el celeste y blanco. Cuando a River, precediendo lo que sería
la época más nefasta de su historia, lo coronaba campeón del torneo Diego
Simeone, yo entendí, que según mi personalidad solo podía ser de Racing, podía,
sin dudas guardar un gran cariño por las tintas roja y blanca, pero no
identificarme con esas 33 estrellas en el pecho, de jugadores gloriosos, de
goles de oro y gambetas de ensueño, con ese del buen toque, de los relatos a balón
anaranjado; fiel a mi estilo, el escudo que me enmarcara debía ser sufrido, debía
borrarme la sonrisa de un plumazo al finalizar un fin de semana de amoríos, debía
hacerme llorar y salvarse agónicamente sobre el final, perder partidos
imposibles y ganarlos sin ningún merito sobre la hora.
Entonces con el tiempo me di cuenta que había elegido bien,
que mi forma apesadumbrada, por momentos depresiva y malhumorada, llena de
sentimiento, encajaba perfecto en el encastre albiceleste que se me proponía. Mas
luego sucedió algo impensado, la racinguizacion de River, de este River que
pierde partidos al último momento, que sus presidentes lo manejan como una
billetera abierta, que no clasifica a las copas, que juega mal, que juega
promociones, que las pierde, que desciende y mas tarde asciende con polémicas.
Mirando últimamente a este equipo que solió ser
de mis amores y por el que guardo aun un cálido afecto, viendo como sigue hundiéndose
en la penosa agonía de no levantarse nunca, con fantasmas y rumores que
merodean su alma, me di cuenta que, aun estando orgulloso por el camino tomado
y eternamente enamorado, de ser hoy una vez más adolescente, la decisión sería más
difícil, y tranquilo podría tomar el camino de la vereda de en frente."
El de pantalones rayados, y así también esta su razón.
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