En una charla conmigo mismo descubrí, bajo la manta del lejano "querer ser", vestigios del temprano "fui"; ocultos en un rincón, dejados de realidad.
En esta conversación oficie de psicólogo, de hombro húmedo y blanco de dardos.
Me escuche con atención plena, y una y otra vez repetí las palabras buscando significado, analizando mis pensamientos, buscando mejorar la arcilla del "ser yo", todavía húmeda, ahí donde yacen los vestigios hogaño revelados.
En una charla conmigo mismo me encontré en este lugar desconocido, lleno de humo, visto de lejos; quemando fotos y marcos viejos.
Dejando cartas, sin saber que la letra lastima mas que el rostro.
Dejando cartas, sin saber que la letra lastima mas que el rostro.
En este escena conmigo mismo, me calmé, me obligue a sentarme y me ofrecí un mate, infusión harto conciliadora; lo hice a un lado y agarré un cigarrillo, quemando con él toda gana. Me enseñe con pocas palabras y lleno de gestos, con una nube tenebrosa de pensamientos, a tratar de no olvidar, y asumir más; a amalgamarme con un pasado que no lo es tanto.
En una charla conmigo mismo aprendí que soy un enamorado, que soy cruel y por momentos muy mal intencionado. Descubrí que me es mas fácil incorporar recuerdos buenos, que olvidar los sufridos. Virtud opuesta solía tener en la infancia.
En esta comunicación de emisores correlados, encontré luego, al recorrer la sala, a mi orgullo guardado; sí, pero en un cuarto de dimensión duplicada a la que figura en mi cabeza.
Y en esta charla, en esta tortura pretenciosa, y fatídico intercambio, descubrí para mi desconsuelo, lo poco que en realidad, se de mi mismo.
mB-dC2
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