A M.A.O.
El espejo, es el resultado de una reflexión de luz que incide sobre una figura en una determinada superficie. En esta superficie, no solo se logran reflejarse las imperfecciones físicas, al menos las mías, sino también puede verse mas allá de lo que él mismo nos devuelve. En el espejo también se puede desnudar el alma.
Alguna vez, como quien no quiere la cosa escuché al pasar que así como cuando uno ingiere algo que le cae pesado, le duele el estómago, en el mismo sentido, cuando uno traga silencio, le duele al alma. Porque el silencio es bueno cuando no se tiene algo que decir, pero cuando uno necesita decir, callar, es desgarrarse por dentro. Es padecer. Es morir.
Cierto día me animé a no temerle a la locura. Me acerque, alcé la vista lentamente, me miré a mis propios ojos y me vi a mi mismo. Lo intenté más tarde, observé que algo me resultaba desconocido. Estaba preparado para comenzar el viaje. Aprecié que el comando era mío, fui a fondo, me olvidé de la realidad, hice sentir que lo que tenía en frente era mi esclavo, le hablé, lo interrogué, lo persuadí, lo hostigué hasta tener una sensación inalcanzable, una sensación de inmensidad. Sentí que podrían pasar minutos, días, años, pero que había un momento. Un momento en donde me daría cuenta que ese individuo no me resultaría tan anónimo como lo percibía, que el sujeto que tenía en frente poseía una identidad muy parecida a la mía. Noté que ese era el fin del viaje. Volví al escenario inicial. Por último, voltee la cabeza, alcé la vista lentamente, mire a mis propios ojos, me vi a mi mismo. Lo intenté más tarde.
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