Los movimientos copyleft y creative commons encabezan la discusión sobre si los derechos de autor protegen a los creadores o si monopolizan la producción de la cultura.
En una época en la que Internet ha puesto la información del inconsciente colectivo mundial al alcance de un click, los derechos de autor han cobrado una nueva relevancia. Este concepto se creó originalmente para proteger la falsificación de las obras, a partir del debate que originó la invención de la imprenta moderna, allá por el Siglo XV. La primera ley sobre este tema se publicó en Inglaterra en 1710 bajo el nombre de "Estatuto de la Reina Ana" y le daba al autor un derecho por 14 años, que podía renovar una vez antes de morirse.
La idea era proteger a los autores de las copias no autorizadas. Pero a medida que la tecnología de copia y reproducción se fue masificando, las leyes de copyright fueron alargando la duración del derecho. Hoy, en Argentina, el copyright dura 70 años luego de la muerte del autor, lo que es más o menos la norma en varios países, incluidos España y Estados Unidos.
Con la explosión de la era de la información, el público común se vio provisto de un muy fácil acceso a cualquier cantidad de obras, y con el poder de la interacción del usuario, se creó un suelo fértil al posicionamiento de muchas obras nuevas.
Pero así como se encontró un nuevo foro de expresión, también se encontraron muchos problemas legales concernientes al uso de esas obras. Los movimientos de Copyleft y Creative Commons, o de free culture (que se puede traducir como liberación de la cultura o cultura gratis) pretenden despegar a las obras de todo tipo de protección, ya sea para su copia, modificación o distribución.
El meollo del asunto
El argumento principal de Creative Commons y otros movimientos similares consiste en que toda obra se crea en base a influjos del pasado; es decir, que la cultura se construye como un hecho cronológico que se ve influenciado por lo que ocurrió antes. Este es uno de los principios fundamentales esgrimidos en "Free Culture", el libro de Lawrence Lessig, pionero en la materia.
Entonces, toda nueva obra cultural va a contener algo que la haya influenciado y no es válido reclamar derechos de autor sobre eso porque es inherente a la creación de cualquier tipo de arte. Los detractores respaldan su hipótesis tomando como ejemplo a varios personajes clave de la historia de la cultura, como Walt Disney o Shakespeare, que construyeron sus históricas producciones en base a leyendas del imaginario popular y que, con las leyes de hoy en día, serían considerados criminales.
Dicho en otros términos, si se fueran registrando las canciones, poesías, ensayos o pensamientos que van surgiendo en la vida de cada autor (más 70 años después de su muerte), entonces llegaría un momento en que no se podría cantar, ni escribir, ni pensar sin violar derechos de algún autor. He ahí el meollo del asunto; que se atenta contra la libertad de expresión.
Creative Commons, la evolución de la alternativa
Las licencias Creative Commons (identificadas con el símbolo CC) son una nueva manera de registrar las obras: no para mantener los derechos de autor, sino para liberarlos, para crear una base de dominio público de la cual todos podamos hacer uso, con la complicidad de sus autores.
En su página oficial (creativecommons.org) se explica que hay seis tipos de licencias posibles, dependiendo de si se quiere permitir la explotación con fines de lucro, si se pretende que el que haga uso de la obra la pueda modificar o si se quiere obligar al que modifique la obra a registrar la derivada con la misma licencia. La idea es poder aplicar estas licencias al arte, a la ciencia, a la educación y a las legislaciones, haciendo del "conocimiento mundial" un lugar de libre acceso.
Ariel Vercelli es Doctor en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Quilmes, Presidente de Bienes Comunes Asociación Civil y Líder del movimiento Creative Commons en Argentina. Para él, CC representa una evolución en el paradigma: "Internet y las tecnologías digitales le han dado un nuevo significado a lo que se entiende como derechos de autor. Creative Commons viene a echar un poco de luz sobre la propiedad intelectual de los actores que quieran compartir su obra, en lugar de restringirla. Es decir, le da al autor la disposición de ciertas licencias legales y tecnológicas para poder ampliar la llegada de su obra a un público masivo".
Escudándose detrás de los artistas
Así como existe el problema filosófico cuya solución es la liberación de contenidos, también existe el problema material: los que hacen de esto un negocio. La idea detrás de los movimientos de Copyleft es deshacerse de los intermediarios de la información, que vienen a ser las compañías que distribuyen los contenidos entre consumidores y artistas, quedándose con una tajada.
Uno de los argumentos más populares de los defensores del status quo de la propiedad intelectual es que al liberar los derechos de las obras se le está quitando al artista el medio para ganarse la vida. Pero, en la mayoría de los casos, esto no se aplica: son las compañías las que inventan, subsisten y promueven los modelos de derechos reservados como un simple negocio, lo que, para ser justos, es el objetivo de cualquier empresa con fines de lucro. El artista, por su lado, se puede mantener afuera de esta cuestión, ya que su fin es el arte mismo, no el dinero.
Marilina Winik es licenciada en sociología con especialización en cultura y comunicación, egresada de la Universidad de Buenos Aires y es colaboradora del proyecto Copyleft Argentina. Se especializa en la literatura y, según ella, en ese arte la situación es la misma que en la música: "quienes viven de los derechos en general no son los autores, sino las empresas editoriales" .
Para ella, la liberación representa un beneficio para el artista: "Un autor consagrado que sube su material a la red para que cualquiera lo descargue puede estar perdiendo derechos, pero está ganando lectores. Entonces, habría que medir quién pierde y quién gana. Es decir, el público no es ya un consumidor pasivo, sino que es una masa inteligente que puede utilizar tu material para conformar un nicho, una audiencia que le guste lo que uno hace".
Lila Pagola es una artista visual que ha organizado y participado de numerosos proyectos de cultura libre, entre ellos el "Proyecto Nómade" (nomade.org.ar). Ella expresa su postura como autora: "El argumento de que sin compensación económica no hay creatividad es falso. Podemos verlo en todos los artistas que se desenvuelven sin la búsqueda de lucro. Creo que aquella idea, en todo caso, surge de la fantasía de convertirse en un personaje famoso y multimillonario... lo que no es sostenible para la construcción de una escena artística, amplia y diversa; en todo caso es una idea que podría salir a flote en un mercado cerrado, controlado por unos pocos personajes que ganen mucho dinero".
Napster y después
Aplicado a la descarga de música, el debate sobre los derechos de autor se hizo popular en el año 2000, cuando un tipo de 20 años llamado Shawn Fanning desarrolló Napster, un programa que permitía que las computadoras se conectaran entre sí para compartir la música que cada uno tenía en su disco rígido, sin intermediarios.
Antes de eso, cada computadora recibía la señal de una misma central, haciendo que el contenido pudiera ser controlado por una sola persona o empresa. Con Napster ya no se necesitaba al intermediario: todos éramos proveedores y consumidores a la vez. La industria entró en pánico y rechazó la oferta de Napster por mil millones de dólares para compensar el dinero perdido. De repente, no había una sola persona para culpar, sino que todos eran cómplices.
El baterista de Metallica, Lars Ulrich, se convirtió en aquél momento en el vocero de la industria discográfica, llegando a decir "si no tienes respeto por esta manera de pensar que represento, entonces no te quiero como seguidor de mi banda".
En un debate televisado entre él y Chuck D, el cantante de la banda de hip-hop contestatario Public Enemy, las posiciones se pusieron en claro. El baterista metalero aclaró que el problema "en esencia es sobre controlar lo que es propiedad de uno. Nosotros somos dueños de nuestras canciones y queremos decidir lo que se haga con ellas".
"Esto no tiene que ver con el dinero, del cual pierdo bastante poco", argumentó Ulrich, "creo que tiene que ver con el control y con el pensamiento que tiene la gente de que todo lo que aparece en la computadora de uno es propiedad de uno. Creo que es una mentalidad muy peligrosa para todo tipo de artistas".
Chuck D, en un gesto de elocuencia, señaló: "Metallica es dueño de sus canciones, pero son la excepción de la industria. En la mayoría de los casos, son las compañías las que controlan todo y así ha sido por años y años. Ahora, el poder está volviendo a la gente y la industria ha perdido el control de la tecnología".
Además, predijo: "El mercado se abrirá completamente y las grandes compañías perderán el control de los artistas que quieran distribuir. Por eso pienso que, de hecho, será mejor para los artistas, porque les será más fácil distribuir su arte".
En la era de las comunicaciones, el capital más valioso es la información. Quien la controle, tendrá el poder. Pero a pesar de los esfuerzos de los anteriores dueños de la pelota, el panorama parece optimista y la tendencia es la de liberar al hombre dándole alas al imaginario público.
Creative Commons en símbolos
Esta organización sin fines de lucro ofrece un
set de licencias para flexibilizar el uso de los
derechos de autor. www.creativecommons.org
|
Dominio público.
La obra no tiene
ningún derecho
reservado. |
No comercial.
Se puede copiar y
reproducir únicamente
sin fines de lucro.
|
Muestreo +.
Partes de la obra
pueden ser
reutilizadas con
fines comerciales.
|
Remix.
Se puede adaptar la
obra a las necesidades
específicas del
nuevo uso. |
No derivadas
Se puede reproducir
y distribuir copias
exactas a la original.
|
Misma licencia.
La obra derivada
debe tener idéntica
licencia que la
|
Compartir.
Libertad para copiar,
distribuir y transmitir
la obra.
|
Sin ley.
El autor de la obra
renuncia a todos
los derechos. |
Atribución.
Es obligatorio
reconocer el mérito
del autor de la obra.
|
Leandro Falcón
Revista DALE.
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